Desde que nacen, los niños pasan por este tipo de fases, algunos las llaman crisis de crecimiento, o de lactancia cuando son bebés, y ocurren a la semana, a las 3 semanas, a las 7 semanas, a los 3 meses (fue una de las peores en mi caso, duró una semana), al año, a los dos años (si es que siguen mamando, sino entrarán directamente en la "adolescencia" de los 2 años, el egocentrismo, la autonomía...). Al principio son por alimento y crecimiento y luego debidas a la autonomía y el descubrimiento.
Cuando los bebés son lactantes son más acusadas que si toman el biberón, porque se supone que tienen esas crisis para "sincronizar" la leche materna con sus necesidades nutricionales de cada momento, la naturaleza es sabia y los niños se quejan para que el cuerpo de la madre reciba las señales y cambie algún componente de la leche. Pueden durar desde medio día a una semana. Se retuercen, arquean la espalda, lloran, gritan, muerden, vomitan... pero siguen intentando mamar. No hay que preocuparse, sólo hay que agarrarlo bien para que no se caiga de los brazos al revolverse, pero la "crisis" pasará, entre paciencia y desesperación de todos, no dura mucho, son como minirabietas, pero tranquilos, no les pasa nada, no les duele nada, no hay que forzarles a mamar, ni darles biberones, no van a pasar hambre. Se puede favorecer la toma si se hace con poca luz, tranquilidad, y le ofreces el pecho antes de que lo necesite y lo pida, para que no se agobie tanto.
A los 2 años, la mayoría de niños están destetados ya, y la "crisis de lactancia" pasa a ser una "crisis de autonomía". Por eso, cuando creías tenerlo todo controlado y te estabas animando a ir a por otro niño, resulta que todo vuelve atrás: dejan de comer alimentos que devoraban, si ya bebían agua solos de noche, ahora volverán a llamarte llorando, si el baño les encantaba protestarán..., en definitiva, harán todo al revés de como lo hacían. Pero lo hacen porque os quieren y, en cierto modo, quieren poneros a prueba para ver si seguís queriéndoles, porque cuando eran bebés se cumplían todas sus demandas, les poníais la ropa que os daba la gana y lo que vosotros decidíais era lo que había, pero ahora de repente con su autonomía, hablan y se dan cuenta de que pueden decidir su ropa, y por eso también sus planes, sus juegos, sus comidas..., y se entra en la época de las contradicciones y del NO:
- no subas solo las escaleras, no vayas a la carretera...: tanta autonomía y empeño para que anden solos y ahora no les dejamos solos.
- no cojas las tijeras, salero...: antes no llegaban a coger nada de la mesa por lo que no había peligro, y ahora de repente quieren enseñarte lo altos que son, qué mayores, mira lo que tengo, anda de aquí sale algo, tengo fuerza para abrir el grifo, puedo echarme pasta de dientes solo (y comérmela...)
- no tires nada al suelo: antes era sin querer o nos hacía gracia que tiraran su sonajero, ahora si tiran algo manchan...
- nohagas esto o lo otro...
Simplemente están aprendiendo una cosa más, aprenden a manejar sus emociones, están aprendiendo a tomar decisiones (a veces acertadas, a veces no tan buenas), están aprendiendo a ser ellos mismos, se define su personalidad. A veces se pueden respetar sus elecciones, o darle a elegir dos opciones igualmente válidas, de manera que sienta que está decidiendo pero en realidad tú ya has decidido por él: ¿Quieres judías o guisantes? Al final se come un tipo de verdura igual, pero la que él quiere, ¿Quieres gomas del pelo azules o naranjas? Al final le vas a hacer coletas igual para que no se coma los pelos, pero habrá decidido ella el color. Decisiones guiadas.
- Hay veces, que la elección del niño es razonable (no quiero comerme los macarrones pero me comeré sólo la carne), y, antes de decirle un NO rotundo, podemos valorarlo y ceder para evitar la rabieta, reforzaremos su autoestima, aprenderá que somos flexibles y razonables en ocasiones y que sus decisiones se consideran en serio.
- Otras veces no tenemos claro si ceder o no, para que no se nos suba a la chepa, no podemos ceder si ya le hemos dicho que no claramente, pero en otras situaciones hubiéramos cedido. Lo que no se puede hacer es ceder cuando ya tiene la rabieta para que se salga con la suya, hay que pensarlo bien antes de que pierda el control, para que no nos domine.
- Si su elección no es válida en ningún caso (no te vas a subir a la mesa y punto), pues que se aguante el niño y nos toca aguantar a los padres la rabieta y esperar a que lo entienda y se le pase, pero sin enfadarnos. Podemos cambiar de habitación nosotros o el niño, cada dos minutillos volver a hablar con él o cuando deje de llorar y se calme y le vamos preguntando, le vamos dando muestras de cariño, le cambiamos de actividad, le explicamos por qué no es posible que haga lo que quiere, y finalmente podemos explicarle que no nos ha gustado su conducta, que no hay que pegar a los amigos o a la pared o tirarse al suelo o tirar cosas, etc., y que le vamos a escuchar mejor si está contento y sin gritar. Con un abrazo y un beso será suficiente consuelo.
Resumiendo: no castigarlo por la rabieta, esperar a que se le pase dándole apoyo o caricias (sé que estás enfadado, ven, vamos fuera, vamos a llamar al abuelo, ven que te enseño una cosa muy chula, cambiar de sitio o proponer una actividad es favorable), cuando se le haya pasado hay que intentar hacerle entender la situación (durante la rabieta no escuchará razones). Paciencia y comprensión, y mucho, mucho amor.
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